La revolución que ha supuesto la aparición del fenómeno de las redes sociales ha traído consigo, además de incuestionables ventajas, no pocos problemas en relación con distintos ámbitos, pero fundamentalmente focalizados en el derecho al honor, a la propia imagen, la intimidad y la privacidad de los datos personales.
Y estos se acentúan con especial virulencia en sectores más desprotegidos, como pueden ser la juventud e incluso la infancia, que además son los que hacen un uso más intensivo de estas nuevas herramientas, con lo que constituyen el colectivo más expuesto a sufrir sus potenciales efectos perniciosos.
Las historias, aventuras y desventuras de juventud no mucho tiempo atrás quedaban en la memoria de sus protagonistas, de sus sufridos padres en ciertos casos, y en algún que otro Diario debidamente guarnecido. Hoy día la situación ha cambiado, y los jóvenes comparten sus vivencias en la red, las comentan, las ilustran con fotos, vídeos, estando estos contenidos perfectamente aderezados por toda una suerte de datos personales, que además se replican en otras redes, otros foros, se envían a multitud de destinatarios, etc.
A pesar de las restricciones de accesos a los perfiles, es muy frecuente la pérdida del control sobre los datos y la información, deviniendo en muchos casos prácticamente imposible recuperarlos, con las consecuencias negativas que ello puede acarrear a sus titulares.
Las empresas, aprovechando este fenómeno, utilizan las redes sociales para acercarse al perfil de sus candidatos, conocerlos más profundamente, saber sus hobbys, aficiones, amigos, su carácter, personalidad, etc. Muchos jóvenes que se adentran en el mundo laboral ahora, y que han compartido gran parte de su “vida” en la red, están expuestos a que las empresas conozcan toda la información compartida por ellos y divulgada por Internet, y esto puede causar una importante rémora en sus opciones de inserción laboral.
Por todo esto, resulta vital, en primer lugar, la concienciación y la educación. En las escuelas, colegios e institutos se debe informar y concienciar a los jóvenes de la importancia de velar por su privacidad, de tener precaución con toda la información que suben a la red, que comparten con sus amigos, que incluso almacenan en dispositivos móviles, para evitar sus posibles consecuencias.
Y si la educación conforma el primer pilar sobre el que sustentar la solución a este fenómeno, otro aspecto importante es el normativo, y la necesidad de imponer restricciones a los prestadores de servicios, especialmente las redes sociales importantes, para que el usuario tenga información clara del tratamiento que se hace de los datos que aporta, los cesionarios de los mismos, el uso relacionado con aspectos comerciales o promocionales, etc. También prever mecanismos sencillos y perfectamente visibles para la retirada de contenidos, la modificación de las condiciones de privacidad, o la baja de perfiles de usuarios.
La Unión Europea ya está trabajando en ello, y está elaborando una propuesta legislativa del derecho al olvido en las redes sociales, que esperemos pronto vea la luz. En España, mientras tanto, actualmente existen instrumentos para tutelar los derechos susceptibles de ser vulnerados en estos ámbitos, fundamentalmente a través de la Ley Orgánica 15/1999, de Protección de Datos Personales (LOPD) y la Ley 34/2002, de Servicios de la Sociedad de la Información (LSSI), que sin embargo se nos antojan insuficientes para la dimensión y el alcance del problema, que solo podrá ser atajado cuando exista una verdadera conciencia social del mismo, que vaya aparejada con instrumentos normativos claros y eficaces.
Jesús Sánchez
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